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EL SÁBADO
La jornada del sábado había comenzado tranquila. Sin embargo, a medida que se acercaba el horario previsto para el inicio del recital la tensión aumentó.
Entrada en mano, unos 70.000 espectadores debimos atravesar rigurosos vallados, mientras los carros de asalto, camiones hidrantes y la policía montada circulaban nerviosamente. Para pasar el primer vallado había que tener entrada. Los agentes de seguridad echaban a los que no tenían su ticket mientras la policía los dispersaba. "Si no te vas te tiro", amenazó un policía armado a un periodista de LaNacion.
Poco antes de las 14, cuando se abrió el acceso al campo, no había más de cien metros de cola. A dos cuadras de allí, en la plaza de Monroe y Húsares, varios grupos de ricoteros hacían rondas de picnic, y condimentaban la espera con cantitos y banderas. Seis horas más tarde, ya iniciado el espectáculo, en ese mismo lugar fue hallado un joven ensangrentado, tirado sobre la avenida.
Los sucesos se desencadenaron cerca de las 19:30 cuando un grupo de unas 400 personas (+ ó -) logró tirar el vallado e ingresar al estadio. Se supone que allí ingresaron los sujetos armados que fueron los responsables de los hechos que a continuación describimos.
A las 20:15 se apagaron las luces y el show comenzó con la proyección de las animaciones y la voz del Indio que aulló: "Bienvenidos al Ghetto", mientras comenzaba a sonar El pibe de los astilleros.
La fiesta no podía empezar de mejor manera. Hasta el intervalo todo transcurrió con normalidad. Cuando la banda regresó, cantó un par de temas y al finalizar "El árbol del gran bonete" entró Poli corriendo al escenario y le dijo algo al oído al Indio, quién tras las palabras de Poli, se acercó al micrófono y dijo: "Paramos un minuto".
En realidad pararon 35 minutos porque había comenzado una gran corrida hacia el final del campo. Fuimos testigos de gran parte esos acontecimientos. Pudimos ver pasar a nuestro lado a un tipo esgrimiendo una especie de navaja y tirando navajazos al aire sin importarle quién estuviera cerca. "¡Que pasa, que pasa!" gritaba mientras avanzaba entre la gente que corría hacia donde podía porque el campo estaba lleno.
La gente intentó treparse a las plateas y zafar. Pero las corridas, los gritos y los llantos eran fuertes. No sabemos como pero la torta se dió vuelta y la gente misma comenzó a correr al de la navaja alrededor del mangrullo hasta que le dieron alcance. Se dice que le quitaron el elemento cortante y los usaron en su contra. Esto no lo vimos, pero a juzgar por el estado que presentaba el tipo cuando lo retiraba la gente del S.A.M.E. y de la Cruz Roja creemos que fué así.
La gente aún indignada arrojaba patadas al tipo mientras lo atendía la gente de salud. Hubo alguno heridos de navaja y otros que se golpearon en las corridas, donde fueron aplastados por la horda que corría, mayormente sin saber bien que pasaba.
Luego de esto, la banda entró a escena nuevamente y el Indio dijo ante una multitud que estaba ciega:
Chicos... (gritos)... Escúchenme chicos...! (más gritos)...
... ESCÚCHENME CARAJO!!!!(Silencio Total)
Ha sucedido algo muy grave. Han entrado un par de hijos de putas, no sé si mandados por alguien o qué y han lastimado a varios chicos.
Un par de hijos de putas que se han cagado en todo el esfuerzo que hicimos para llegar hasta acá, en el esfuerzo que hacemos para que no nos consideren animales, bestias y todo lo que dicen de nosotros.
Todas las medidas que habíamos tomado, las precauciones. Hay gente que desprecia el esfuerzo de la banda y de las setenta mil personas que hoy están aquí
Estamos muy conmocionados, no podemos seguir así.
Consideren ésta como una de las últimas noches en las que nos veamos.
Nos cuesta mucho seguir, lo hacemos sólo por respeto a ustedes que han venido desde tan lejos.
Veámoslo como una de las últimas veces que tocamos en vivo.
Por orden del juez, debemos seguir con las luces prendidas
El sábado, se vivieron en el césped de la cancha de River los incidentes más graves de ambas noches. Las corridas, a esa altura habituales, se hicieron constantes, levantaron la tensión que llegó hasta el escenario y provocó la suspensión, obligó a que se encendieran las luces y dejó ver, en medio del campo frente a la platea Belgrano, a un joven que cayó desplomado después de ser agredido por varios fanáticos. Hasta aquí, todas las versiones coinciden en que el herido (25 años) que fue trasladado al hospital Pirovano en calidad de N.N. fue atacado con su propio cuchillo de cocina por fans que lo vieron agredir a otros.
Fué es el único herido y permaneció hospitalizado con asistencia respiratoria, además fue intervenido quirúrgicamente en ambos pulmones, en el hígado y el abdomen. Su estado era delicado, admitieron en la guardia del hospital. A la hora de las evaluaciones el propio responsable del operativo médico del SAME, Marcelo Muro, le dijo al Sí: "Lo retiramos con múltiples heridas y todos los que estaban cerca aseguraban que él había herido a otros".
Al mismo tiempo aclaró: "Hubo una sensación general de que fue una batalla campal pero el saldo fue menor que en otros recitales de rock y que muchos partidos de futbol."
El show siguió con "Pogo" pero nada fue igual en la noche del sábado 15 de abrill del 2000.
EL DOMINGO
Podría decirse que el domingo los hechos se repitieron pero sólo fuera del estadio. Allí la policía se había aprestado más celosa que el día naterior, con nuevos refuerzos en sus filas y con otra idea acerca del control.
Si no tenías entrada no pasabas y te fajaban enseguida. Pero no sabemos por que´se le pegó a periodistas y a gente que tenía entrada también. Creemos que la cosa se desbordó y el resto ya los conocemos: corridas, palos, heridos de balas de goma y de balas comunes, un caballo robado a la montada y mucho quilombo en las afueras del estadio de River.
Adentro, la cara opuesta de la moneda: era toda una fiesta. La gente había recuperado el ánimo perdido del sábado y cantaba más que nunca.
No es necesario seguir detallando que afuera hubo palos a granel y mucho miedo, sobre todo en la gente que sólo quería ver el show, pero sí queremos dejar claro que no debe atribuirse a Los Redondos, la violencia generada en el seno mismo de la sociedad.
BENGALAS, TRAPOS Y REPLANTEOS
EL FOCO - DOMINGO 16/04/00
Y los Redondos llenaron River. Parecía imposible, parece mentira. El grupo de rock más popular y con mayor convocatoria de la historia del rock en Argentina finalmente pudo volver a tocar en Capital, y lo hizo en el estadio de fútbol más grande del país.
Llegar a River fue una suerte de coronación a un trabajo de hormiga, sin pausa y sin canjear convicciones por baratijas. Fue un hito en la trayectoria del grupo, tal como alguna vez fue llenar una serie de Parakulturales, tocar en Palladium, llegar a Obras (adentro y afuera), reventar Huracán, recorrer el país como los Grateful Dead, o acariciar la Capital desde Racing. Parece una simple enumeración de grandes recitales, pero en realidad cada uno fue un escalón más alto que el anterior, a veces con transiciones simples y otras veces con saltos donde era necesario cerrar los ojos y tirarse a la pileta preguntándose "¿Y ahora, hasta dónde?".
Hasta el límite. Los Redonditos de Ricota llevaron hasta el límite al rock, el verdadero rock, el que todavía irrita y desconcierta, el que no se puede disectar porque su magia es tan inasible como el alma misma. El rock al límite, casi un concepto anácronico o romántico del pasado, pero real y tangible en cada uno de sus encuentros en vivo, cada vez más grandes, más emotivos y más incontrolables.
Esta nueva apuesta encerraba la vieja duda sobre la posibilidad de incidentes y la responsabilidad del grupo. Obviamente no tienen ingerencia alguna, pero la responsabilidad y sensibilidad del propio Indio Solari parecían llevar el evento en una suerte de examen sobre la manera de tocar en vivo sin tener el peso de los disturbios en su conciencia.
A juzgar por la primera noche, donde la convocatoria superó ampliamente las 60 mil personas esperadas (hablar de 80-85 mil suena más acertado), los replanteos deben ser incesantes en el mundo interno del grupo. Porque el marco fue espectacular y la gente llegó dispuesta a disfrutar de una verdadera fiesta, pero la ¿inevitable? presencia de un par de incidentes (dos heridos y once detenidos, según los diarios) obligó a interrumpir el show, seguir con las luces prendidas y esperar más de veinte minutos para los bises. Si fue una fiesta para todos, los músicos no deben haber podido disfrutarla, y esa es una paradoja imposible de pasar por alto.
Bengalas y trapos
Desde temprano, el estadio se fue llenando de fans que terminaron llenando absolutamente toda la cancha, desde el campo hasta la última de las populares. Alrededor de todos, las banderas de cada hinchada cubrieron todas las bandejas y torres de sonido, en una nueva muestra del cariño infinito y el fanatismo único que los Redondos generan alrededor de sus contados shows en vivo.
El escenario, ubicado sobre uno de los arcos, era realmente imponente, con tres gigantescas grúas que sostenían columnas de sonido a la altura ideal y sin depender de una enorme y torpe estructura tubular que tapa los costados. Dos pantallas gigantes iban a proyectar imágenes del show, filmadas por varias cámaras y una grúa para travellings, y también podían mostrar animaciones y pequeños cortos hechos por Rocambole & Cía.
A las 20:15, con la cancha llena y aún con gente haciendo la cola afuera, casi con una puntualidad perfecta (estaba anunciado para las ocho), se apagaron las luces y estallaron las primeras bengalas, tanto las del público como las de una animación que estaba en las pantallas con los efectos de la introducción de . El épico tema El pibe de los astilleros, con espectaculares coros del público, fue el primero de una lista que se centró en las composiciones de la última década (unos cinco temas de ...Finisterre, dos de Luzbelito, tres de Lobo suelto, cordero atado y cinco de La mosca y la sopa).
Sobre el escenario, el grupo se movía con su dinámica tan personal: Skay agachándose y destilando sentimiento puro, el Indio moviéndose como un trompo, Sergio elevando su saxo hasta los cielos, y Semilla mirando la batería de Walter mientras se sumaba un invitado (¿Hernán Aramberri?) en percusión. Casi como en los teatros y los pubs... pero en el estadio más grande del país y con el público más incondicional y multitudinario que jamás haya movilizado una banda de rock. En Buenas noticias, por ejemplo, se vio por primera vez en la noche la increíble imagen de un chico subido a caballito de un amigo, atravesando casi media cancha con una bengala en la mano, hasta llegar al borde del escenario. Indescriptible.
La euforia tuvo unos minutos de calma durante Scaramanzia, que sobre el final fue aplaudido con una ovación, y enseguida llegó el más reciente hit, Las increíbles aventuras del Capitán Buscapina en Cybersiberia, donde los mentados toques tecno parecían mutar en una suerte de pegadiza murga percusiva. En las pantallas, la animación del arte de ...Finisterre se intercalaba con las imágenes del grupo, que eran diferentes en cada pantalla. Después, con luz azul y los seguidores sobre Skay, Estás frito, Angelito tuvo una buena dosis de dibujos ácidos y fractales, siempre breve para no distraer la atención de la música ni los músicos. La primera parte del recital, antes del clásico intervalo a menos de una hora, cerró con Tarea fina y Queso ruso. Luces prendidas y a esperar que continúe la fiesta.
Interruptus
Quince minutos después, se apagaron las luces y se prendieron cientos de encendedores mientras la gente clamaba por la banda con un "Olé olé". El arranque fue espectacular, con temas como Mi perro dinamita, Ñam fri fruli fali fru y Preso en mi ciudad que fueron ovacionados y bailados con fanatismo. Al quinto tema (El árbol del gran bonete, que encima menciona un cuchillo de herrero y la premonitoria frase del fruto dulce que era caro morder) llegó el anticlimax: hubo una serie de corridas en el campo y parecía divisarse un desmayado o herido. La gente clamó por luz y el grupo paró el show durante casi quince minutos.
Indignado, y con razón suficiente para estarlo, el Indio Solari volvió con toda la banda al escenario, pidió que los escuchen y dijo que había ocurrido algo muy grave, que habían entrado "un par de hijos de puta, no sé si mandados por alguien o qué" y que había varios chicos lastimados. "Así que consideren ésta como una de las últimas noches que tocamos". También apuntó a la prensa que armó tanta presión y expectativas amarillas durante la semana previa al show, y anunció que por orden de un juez debían seguir con las luces prendidas. De hecho, subrayó que sólo seguían tocando por respeto a los fans que llegaron desde tan lejos.
No casualmente, abrieron este tramo con Pogo (El pogo del payaso asesino) y siguieron con Nuestro amo juega al esclavo, donde la heroica guitarra de Skay sonaba como gaitas que enmarcaban la frase "Violencia es mentir", que en esta situación cobró una nueva y emocionante dimensión. El Indio obviamente sintió lo mismo, y dedicó el tema "A algunos redonditos que están en la platea más alta", mientras miraba al cielo.
La emoción subió a un punto máximo con Juguetes perdidos, esa suerte de himno dedicado a las banderas de las hinchadas, con frases como "Yo sé que no puedo darte algo más que un par de promesas, ticks de la revolución, implacable rocanrol y un par de sienes ardientes que son todo el tesoro". Todo el estadio aullaba la letra mientras agitaba sus remeras, una polaroid imborrable que el Indio no pudo resistir y aparentemente no soportó más: escupió los últimos versos y se fue del escenario. La banda se retiró lentamente, Skay agradeció con un gesto y quedó abierto un compás de espera y desconcierto que duró casi veinte minutos.
Final abierto
El regreso, a pesar de las dudas y alguna gente que optó por irse, fue espectacular: Nueva Roma, Ya nadie va a escuchar tu remera, Motorpsico y Ji ji ji, un montaje final que coronó una noche agridulce. Ahora, aunque aún falta el recital del domingo, quedan abiertos los replanteos y las preguntas. ¿Seguirán adelante? ¿Llegará la etapa de estudios, como últimos años de los Beatles? ¿Grabarán otro disco y lo presentarán en cinco River? No van a faltar ahora los buitres en la tele, pero si el Indio pudiera recordar sin rencor los puntos más positivos, tal vez los Redondos puedan volver a los escenarios y alegrarle la vida a un público que no mueve el rabo con docilidad ni da la patita, pero aúlla rock and roll.
¿RECITAL O GUERRA? - REDONDOS RODEADOS
REVISTA GENTE Nº 1813 - MARTES 18/04/00
Las 60 mil voces conforman un gran coro, desafinado y conmovedor. Más que un concierto, es un ritual en el que se reúnen los devotos de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. La multitud tiene conductas dispares: la mayoría extiende los brazos hacia el líder, que detrás de unos lentes oscuros, canta sobre el escenario. Unos cuantos parecen estar en otra cosa, ensayando un baile violento, como si no escucharan a la banda. El líder –Carlos Indio Solari– no puede disimular una mueca de fastidio entre tema y tema.
Afuera del estadio de River, también hay confusión: un montón de chicos y chicas corren sin rumbo, atropellándose y lastimándose. La seguridad privada está nerviosa. Los policías también y no lo ocultan. Al mismo tiempo que en las plateas se disfruta de la fiesta con cientos de remeras revoleadas sobre las cabezas, en la calle todo huele a miedo. Hay muchachos que se golpean con los organizadores, porque quieren ingresar sin su entrada. Algunos le hacen frente a la policía. Otros que dicen ser ricoteros se pelean entre ellos, y es casi imposible descifrar las causas. La imagen puede pertenecer al sábado o al domingo pasados; en ambas jornadas se repitieron escenas parecidas, cumpliéndose la profecía de muchos: un show fabuloso, pero también un espectáculo lamentable. Una historia repetida cada vez que tocan los Redondos.
A LA CANCHA. Respetando la tradición, los fieles seguidores acamparon un par de días antes en los alrededores de River. Llegaron micros desde todo el país, y volvió a repetirse la fiesta previa a cada recital, con cantos, baile y decenas de banderas desplegadas. Circulan también las cervezas, los cánticos contra la policía y los envases de tetra brik. Desde muy temprano 1200 policías, 700 custodios privados, cientos de patrulleros, dos helicópteros y unos 50 camiones hidrantes rodean la zona. Son las horas previas al recital: todo el barrio permanece con las ventanas bajas y la mayoría de los negocios están cerrados. A 700 metros del estadio, el primer control le pide al público que muestre su entrada. Hasta las dos de la tarde, hora en que el estadio abre sus puertas, todo está tranquilo. El ingreso es normal hasta que un grupo, conocido en el ambiente ricotero como los sin entrada –alrededor de 400 personas–, quiere ingresar a la fuerza y por la fuerza. Y choca con la seguridad privada y la policía. Vuelan piedras y botellas, hasta que el grupo se dispersa. Algunos son detenidos, otros desisten y unos cuantos saltan las vallas. A las 20.10 estalla la fiesta en el Monumental, porque la banda liderada por el Indio Solari sale a escena. Empieza la fiesta redonda. Cientos de bengalas le ponen color a la noche.
LA LOCURA. Media hora de normalidad para los Redondos parecía ser demasiado. Un grupo de energúmenos se lanzó contra la gente que bailaba en el campo, armados con cuchillos. “Entraron seis o siete tipos totalmente descontrolados y empezaron a cortar a la gente”, comenta Mariano, un chico de veinte años que llegó desde Ciudadela con su hermana, a quien perdió en una de las corridas. “Es la primera vez que Yamila viene a un recital; si la pierdo mi vieja me mata”, grita el muchacho. La banda suspende el show durante 25 minutos. En ese rato, el espectáculo es bochornoso: para escapar al peligro, muchos corren desde el césped hacia la zona de plateas. Hay gritos de desesperación en muchos hombres y llanto en muchas mujeres. Al rato, el grupo vuelve a escena. La gente empieza a cantar de nuevo. A Solari le cuesta volver a concentrar la atención del público. El Indio, enojado, es claro: “Esta noche pasaron cosas muy graves. Hay gente cortada y lastimada. Un grupo entró y lastimó a los chicos. Se c… en todo el esfuerzo que hizo la banda y le están dando la razón a toda la prensa, que durante la semana nos trató como animales”. Al final, sentenció: “Por disposición del juez vamos a tocar con las luces prendidas. Véanlo bien, como una de las últimas veces que tocamos”. Después de los incidentes, nada vuelve a ser igual. Cambia el ánimo de la gente y el de los músicos.
El domingo, el día del segundo recital, se repetirían los hechos violentos. No tanto dentro del estadio –donde mejoró la iluminación y se intensificó la vigilancia mediante un sistema de circuito cerrado de televisión– pero sí en las calles, a pesar de que se reforzaron los cacheos. Otra vez gente sin entrada pugnando por ingresar como sea. Piedrazos, botellazos y una batalla con los controles y los efectivos de Infantería de la Policía Federal que, en el caos, golpearon a todo el que pasaba cerca. El fotógrafo de GENTE Fernando Arias fue atacado salvajemente por un custodio de seguridad privada identificado con el chaleco 338. El saldo del fin de semana arrojó, por un lado, dos de los conciertos más brillantes que haya protagonizado una banda de rock: más de 130 mil personas entre sábado y domingo. Por otro, unos 50 detenidos, más de 80 heridos (diez acuchillados, dos de ellos muy graves, cuatro por balas de goma, y uno por arma de fuego) y muchísima gente aterrorizada. La gloria y el horror otra vez juntos. ¿Hasta cuándo?
2 comentarios:
Hola a todos...SOY FANATICO DE LOS REDONDOS!
LES DEJO MI MSN PARA Q ME AGREGUEN...UN SALUDO A TODOS LOS RICOTEROS!
Pobrecito...pobre "El Cebolla",No pudo mas se degollo por miedo,Nadie es capas (No pueden borrar mis recuerdos,Nadie puede matarte en mi alma...
Mi Genio Amor!
Kanabis22_oktubre@hotmail.com
Saludos A Todos!
agreguenme necesito saber cuando toca el indio asi lo vamos a ver!
Grax!
Aguante Patricio Rey Y Sus Redonditos De Ricota!!!!
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